
Hace veintisiete años todos los informadores de la opinión mundial apostaban por Madrid. Las posibilidades de Burgos eran tan inverosímiles como exiguas. El Alzamiento Nacional había fracasado en tres cuartas partes de la Península. Las zonas industriales del Norte, los centros administrativos neurálgicos, las fronteras con Europa, las regiones agrícolas más fértiles dependían del Gobierno republicano. Bajo su control estaban casi toda la Flota y los parques de artillería y de municionamiento. Ni un solo país había reconocido a la Junta de Burgos. Prácticamente toda la opinión mundial, mal informada respecto a nuestra guerra, estaba del lado madrileño. En estas circunstancias, la Junta de Defensa Nacional dictaba su último decreto para nombrar “Jefe del Gobierno del Estado Español al excelentísimo señor general de División don Francisco Franco Bahamonde, quien asumirá todos los poderes del nuevo Estado”. Lo que aquel soldado, sin duda el de mayor prestigio del Ejército español, recibió…
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