Los opositores se están muriendo en las cárceles [Grupo de los 75]

Los opositores se están muriendo en las cárceles

 

Milka María Peña, esposa del preso político que purga la mayor condena del Grupo de los 75, habla del calvario tras las rejas.

 

Alberto Méndez Castelló, Las Tunas | 16/03/2009

 

 

Milka María Peña Martínez, imagen de la muestra ‘También es nuestro problema. Las mujeres de los prisioneros de la primavera negra en Cuba’.

 

El viento se arremolina contra las paredes de piedra y barro de la destartalada chabola. A un lado, una chiquilla de unos cinco años permanece con la mirada fija en un lugar indeterminado. Se llama María Libertad y es la hija del prisionero de conciencia Luis

 

Enrique Ferrer García, quien purga la condena más larga del Grupo de los 75, tras ser sancionado a 28 años de prisión durante la Primavera Negra de 2003.

 

Cuentan quienes presenciaron la operación punitiva el 18 de marzo de 2003, que hasta aquí llegaron cuatro automóviles y más de una docena de motocicletas con policías. Desplegados al estilo de comandos, como si se tratara de la captura de un peligroso asesino armado, los agentes allanaron la vivienda, en la que se encontraba sólo Luis Enrique y su esposa, embarazada entonces de María Libertad.

 

Según testigos, el acoso se prolongó desde poco después de las dos de la tarde hasta pasadas las diez de la noche. No encontraron sino documentos del Proyecto Varela, que recogió la firma de más de 11.000 cubanos para solicitar a la Asamblea Nacional promulgar leyes que les permitan elegir a quienes deban representarlos, decretar la amnistía de los presos políticos, y tener derechos a la libre expresión y asociación.

 

Más tarde, en el salón de actos de la facultad de Ciencias Médicas de Las Tunas, se realizó el juicio contra Ferrer García. En su defensa, el activista explicó las bases jurídicas del Proyecto Varela, sustentadas en la Constitución, invitando al fiscal, al tribunal y a todos los presentes, funcionarios del gobierno y alumnos del centro docente, a sumarse a la propuesta constitucional, «porque el Proyecto Varela es con todos y para el bien de todos», dijo. El abogado de oficio señaló entonces que no tenía nada que añadir: «Ferrer García se ha defendido a sí mismo».

 

A la salida del juicio, estudiantes de Medicina se acercaron a Milka María Peña Martínez, esposa del opositor, y le dijeron: «Señora, esto es una injusticia, pero su esposo es todo un hombre».

 

Desde entonces, Ferrer García, que en esa fecha tenía 28 años, ha transitado por prisiones de Las Tunas, La Habana, Santa Clara y Santiago de Cuba. Permaneció un año sin ver a sus familiares por negarse a vestir el uniforme de preso común, y aún hoy sufre tratos crueles, inhumanos y degradantes. En la cárcel de Mar Verde, donde está recluido, los presos carecen de agua para bañarse, permanecen con las ropas sucias, hacen sus necesidades fisiológicas en bolsas de nailon que luego arrojan al sótano, y seis de ellos, deben contentarse con un litro y medio de agua potable al día. A la falta de agua se añade el crucifijo, un castigo que consiste en atar de pies y manos al condenado a la reja de su celda.

 

CUBAENCUENTRO.com llegó hasta el hogar del prisionero de conciencia para conversar con Milka María.

¿Cómo se encuentra de salud su esposo?

 

Se encuentra muy mal de salud porque tiene la piel muy afectada por la alergia. Está muy mal de la gastritis, de la úlcera, porque no tiene medicamentos para tomar y no tiene asistencia médica.

 

¿Y su estado de ánimo?

 

Su estado de ánimo siempre ha sido bueno. Siempre está dándonos ánimos a nosotros para seguir adelante.

 

¿A usted le hizo algún encargo en especial?

 

Sí. Él quiere que el mundo conozca lo que hicieron en las prisiones para engañar al relator de la ONU. Algunas prisiones las acondicionaron como si fueran hoteles, y donde tenían amontonados a 150 presos, ahora han dejado a 50.

Y debido a la visita de los presidentes que han estado en Cuba, en Mar Verde, donde está Luis Enrique, en Santiago de Cuba, a las 10 de la noche empezaron a repartir colchones a los reclusos y a quitarle los que estaban bastante malos.

 

¿Y qué hicieron con los restantes presos?

 

Los enviaron para campos de trabajo en lugares apartados, los que llaman correccionales, que funcionan como campos de concentración, donde los presos hacen trabajos agrícolas.

Y en el caso de las prisiones remodeladas, ¿qué pasa si los presos no se prestan a ‘hospedarse’ en esos hoteles?

 

Precisamente es lo que quiere denunciar Luis Enrique: el gobierno no tiene que prepararles jaulas de oro a los presos políticos para aparentar lo que no es. Ellos están injustamente en la cárcel y lo que tienen es que liberarlos. Por lo demás, sí, eso está muy bien, que las cárceles tengan todas las condiciones que deben tener, no un día, sino todos los días, para que quienes tengan que cumplir una sanción porque cometieron delitos, lo hagan como seres humanos y no como bestias.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.