La Ingenuidad de Oscar Arias Por José Angel. Lagos J.

La Ingenuidad de Oscar Arias

Por José Angel. Lagos J.

SAN JOSE, Costa Rica-(Especial para el Noticiario de Alvarez Galloso) No es que Oscar Arias esté más viejo hoy día después de haber “pacificado” a Centroamérica a finales de los años 80, como él insiste en decir hasta el cansancio en spots publicitarios en la televisión y radio costarricenses. Lo que sucede es que los actores de aquel costoso alto al fuego, han muerto en su mayoría: el principal de ellos, Ronald Reagan, quien, con su política de presión a los soviéticos, cubanos y nicaragüenses, abrió el camino para que los comunistas desistieran de apoderarse del istmo; el Papa Juan Pablo II con su mensaje humanista, cristiano, iba botando por el mundo regímenes despóticos como el de Rumania, Polonia y la misma Nicaragua; el ex presidente salvadoreño José Napoleón Duarte, quien realmente fue el merecedor del Premio Nobel de la Paz, falleció de un cáncer fulminante causado por la tensión que vivió en el poder en su país; el verdadero creador del Plan de Paz para la región, el ex mandatario guatemalteco Vinicio Cerezo Arévalo, a quien Arias le robó la iniciativa y el axioma de la pacificación, está retirado del quehacer político; el ex canciller de Costa Rica, Rodrigo Madrigal Nieto, un genio en la destreza de la negociación y que guió a Arias, lo aconsejó y lo sacó de muchos errores (como enfrentarse contra los Estados Unidos), murió hace dos años también de cáncer. Lo cierto es que ahora, en el 2009, Oscar Arias y su hermano Rodrigo (quien realmente está gobernando en Costa Rica), demostraron que, sin la ayuda de los personajes arriba citados, simplemente no aciertan en nada.

            Ante las dos comisiones, la de Manuel Zelaya, inspirada en Raúl Castro y Hugo Chávez  (o siguiendo sus lineamientos); y la del actual presidente de Honduras, Roberto Micheletti, los Arias entregaron un documento fundamentado en siete puntos para “la reconciliación de los hondureños”, según dice su ambicioso título. Pero, cuando leemos el primer punto, nos miramos unos a otros y exclamamos: “¡Qué alcance tiene la ingenuidad en algunas personas!” Y repetimos, Oscar Arias sin la sapiencia de las personalidades que hemos citado… es nada, es nadie. Ese punto pide la restitución de Zelaya en la presidencia de Honduras. ¡Inaceptable! ¡Es sencillamente inaceptable! El texto parece redactado por adolescentes de un colegio secundario y no por individuos que gobiernan a un país, por su ingenuidad, su altísimo grado de inocencia y aparente desconocimiento de la realidad política de América Latina. En otro de los puntos trata de equilibrar y solicita que Zelaya no insista en consultar al pueblo sobre la reelección presidencial y… ¿Quién garantiza que una vez entronizado en el poder de nuevo, Manuel Zelaya vaya a cumplir con ese mandato expreso? ¡Ningún comunista en el pasado ni en el presente ha cumplido una promesa jamás! Oscar Arias parece desconocer este aspecto histórico y actual. Llama poderosamente la atención (pero no sorprende), que la delegación de Zelaya en San José, negociando en la casa de Arias, aceptó totalmente la propuesta y la de Micheletti la dejó de lado. Porque justamente eso es lo que está buscando el círculo bolivariano, que Zelaya recupere el poder y no dé  un paso atrás en la conquista del continente y su entrega al marxismo que impera en La Habana. “Perdone presidente Arias, pero lo que usted nos pide es imposible para nosotros los hondureños,” dijo el jefe de la delegación oficial del gobierno de Honduras y se retiró.

Supongamos que Zelaya regresa al Palacio de Tegucigalpa… de inmediato Hugo Chávez, Raúl Castro, Cristina de Kischner y Daniel Ortega (junto a los demás comunistas), enviarán a sus agentes, pertrechos, asesores militares y soldados, para que el poder se apuntale y no ocurra otro derrocamiento. Entonces la dictadura estará asegurada. Y eso lo sabe certeramente Roberto Micheletti y los que acaban de limpiar a Honduras. Y es que, ciertamente, recordemos: ¡Las libertades no se negocian, no se entregan, no se mancillan! Y Honduras no está dispuesta a que ello ocurra.

 

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