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Era una de esas noches de invierno en una de las tantas islas del Mediterráneo, en la cual me encontraba en una conferencia por motivos de trabajo. Pensé, es una noche perfecta para conocer el corazón de la ciudad y sus isleños y me aventuré por sus calles empedradas. Al cabo de unos minutos me topé con un café donde se escuchaba un alegre parlotear, una música leve en el fondo y la melódica voz de la cantante del trío.
Entré atraído por su ambiente. Pedí una bebida local caliente y unos bocadillos. Escuchaba extasiado a la cantante, que además de su melodiosa voz, era un encanto de mujer. Terminó de tocar el conjunto y cual autómata hechizado me acerqué a ella y la invité a una bebida sin esperar nada. Para sorpresa mía ella aceptó. No sabría decir si fue por ser un turista o porque…
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