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Conducator

con una plantilla titular agotada, mayor, desmotivada, sin aspiraciones, pasada de victoriosas vueltas, Zidane ha hecho el milagro de darle un giro espectacular y birlarle la Liga a un penoso Barcelona independentista y postMessi.

La razón no es otra que subrayar la magistral conducción de un grupo de jugadores plenos de ego pero concientes de que para jugar basta con convivir ansiando colectivamente la victoria, sin grandes conflictos y sabiendo que, en cualquier momento, cualquiera que lo merezca puede ser titular. Desde Miguel Muñoz, no se había vuelto a ver nada parecido.

Se trata, pues, de motivación, esfuerzo, mérito, capacidad, convicción y buena convivencia, bajo la muy respetada autoridad del gran Zidane, quien ha demostrado repetidamente, que, para ello, no hace falta ser psicólogo o sociólogo sino tener una gracia especial para llevarse bien con todos y saber gestionar la tensión, con un sentido…