No me creo más que nadie. Y lo predico con el ejemplo. No entiendo de jerarquías, grados ni escalafones. No me cabe en la cabeza la obediencia ciega. Y eso debería ser lo ideal, pero he aprendido que lo ideal no es lo que funciona. Las quiméricas utopías no son tan utópicas y el hábito no hace al monje. Vivimos en un mundo de ciegos donde el tuerto es el rey y donde el que más tiene es el que más vale. El miedo no debería ser un arma. La ignorancia no debería alimentarse de panem et circenses. Y la libertad… la libertad es también un espejismo.
Diciembre 2019
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