El ministro serio y el gafitas de detrás solo decía estupideces, repitiendo siempre lo mismo, además de no dejar de mirar los pechos de la jefa de Protocolo. Y lo hacía de forma descarada. Lo de Bolaños, con amenazas e intento de retención a Ayuso en el saludo, no tiene nombre. Su constante mirada lasciva dice mucho de quién es y de lo que es.